Vhirendärsil

El tercer día desde que liberamos a Ackazoe, Nerhïndwen se levantó y me pidió que lo acompañara.

- Hoy la clase será distinta.

Regresamos al poblado, y mientras, él me hacía señalar el tipo de plantas y animales que se hallaban a mi alrededor, además de hacerme repetir todas las palabras mágicas que me había enseñado, los hechizos, los encantamientos.

Al llegar al pequeño círculo entre los árboles-casa supe por qué la clase iba a ser diferente. Delante de nosotros se hallaba el Archimago dríade que me había sentenciado en el Castillo de la Aurora, junto con tres acompañantes, dos hombres y una mujer, que portaban elegantes galas. A un lado, se encontraba Jein, con la cabeza gacha.

- Bienvenido a nuestro hogar, Archimago - saludó Nerhïndwen.
- Gracias por tu hospitalidad, querido amigo. Creo que ya sabes por qué estamos aquí - el Archimago dirigió su mirada hacia mí, y el elfo asintió con la cabeza -. Jein nos ha hablado de ti, Asesina de Dríades.
No contesté. Sus palabras ya no me herían.
- Según me han contado, se ha operado en ti un cambio sustancial.
- Así es - admití tras un incómodo silencio.
- Quisiera verlo, si no es molestia.
- ¿Verlo? - pregunté.
- Para eso hemos venido.
- ¿Qué? - miré a la dríade. Ya no miraba hacia el suelo, sino que tenía su mirada clavada en mí.
- Eso es lo que me pidió - admitió en voz baja.

"¿Ackazoe?"
"Hazle caso. Tiene razón"
"Está bien. Espero que sepas lo que haces"
"Siempre sé lo que hago"

- Está bien, os lo mostraré - cedí.

Fue una decepcion. Sus ojos eran marrones. Normales.
-Bien...ahora me lanzaras un hechizo ofensivo. Estate atento, irá a por ti.

Las dríades se hicieron atrás ante la luz que despedía. Con una sonrisa, disminuí la afluencia de energía, y el Archimago abrió los ojos.
El silencio fue intenso, los unos sopesándonos a los otros. Finalmente, hablé yo.
- No hay mucho más que decir al respecto. Jein ya os lo ha contado.
- Así es. Pero queremos oír vuestra versión.
- Mi versión es la misma. No voy a disculparme. Pero Dalayn queda exenta de todo lo que pudo ocurrir en el pasado.
- Ella es una Ocultista. Debería controlar...
- Los humanos no controlan a los elementales. No hasta cierto punto. Y no en mi caso. Lo que ocurrió quedó en el pasado. El futuro ahora es el que nos atañe.
- La sentencia sigue en pie.
- No vamos a seguirla. Deberéis confiar.
- No vamos a confiar... - empezó a decir uno de los acompañantes, pero el Anciano elfo lo interrumpió.
- Los elementales son criaturas ancestrales. No podéis impedir que hagan lo que deseen. No tenéis más posibilidad. Si los retenéis, estaréis condenando a más gente. Y lo sabéis.
- Lo sabemos - admitió el Archimago.
El silencio volvió a ser incómodo.
- El Consejo acepta este cambio. Siempre y cuando no hayan reincidencias.
- No las habrás mientras no seamos atacados.
- Aseguro que no lo seréis. Pero seguirá teniendo que haber una compensación.
- Guardaos vuestras compensaciones. Ahora no me interesan. Se terminó la discusión, entonces.

Me retraje. y los tatuajes de luz que recorrían todo mi cuerpo empezaron a desaparecer. La cabellera brillante dejó escapar su luz y con un último destello, Dalayn apareció en mi lugar.

-Katón: Dai endan-una enorme y veloz bola de fuego fue al encuentro de Hyouma. Entonces vi un cambio en sus iris. Se volvieron rojos. Lo siguiente que ocurrió fue extraño. Noté como perdia el control del hechizo. El fuego se empezó a moldear y en vez de una bola, aparecieron tres, que, aun mas veloces que la original, se dirigieron a por mi. Tuve que activar mis ojos para predecir su trayectoria y poder esquivarlas. Las bolas estallaron en medio del mar.
-¿Como lo has hecho?

El cambio apenas me había supuesto una pérdida de energía. Miré a los visitantes desafiante, como no me había atrevido a mirarlos antes.

- ¿Entonces, levantáis el castigo?

- Así es. Eres libre de marcharte de aquí. Pero te digo lo mismo que a tu elemental. Ya no habrá más clemencia. La próxima sentencia será la muerte.

- Asumo la responsabilidad y agradezco el cambio.

- Y nosotros esperamos que el cambio siga en pie. Anciano, permaneceremos aquí hasta mañana, si no te importa.

- Por supuesto, indicaré que os preparen una habitación.

- Está bien. Espero que tengamos tiempo para hablar - todos hicieron una inclinación de cabeza y se marcharon. La sesión diplomática había acabado.

"¿Por qué no me habías dicho antes que en eso había consistido vuestra conversación?"
"No podía estar segura de lo que opinaría el Consejo, y no quería hacerte ilusiones en vano"
"Oh, podías habérmelo dicho. He llegado a pensar que venían a acabar conmigo"
"No lo harán mientras yo esté aquí, descuida"
"Oh, por supuesto. Lo tenía en cuenta"

- ¿Continuamos, maestro?

- Sí, volvamos a nuestros quehaceres - y me indicó con la mano que empezara a caminar.

-Es una pequeña muestra. Si tu aprendes, tambien lo harás.
-¿Y como aprendo?
-Concentrate unica y exclusivamente en las lecciones. No debe de haber distracciones. ¿Sabes lo que digo?
-Si, maestro. Descuida.

A partir de entonces, el esquema de las clases cambió. Durante parte de la noche luchaba, por la mañana repasaba y el resto del día nos dedicábamos única y exclusivamente a explotar aquella otra parte de mi poder que todavía no habíamos tocado: los sueños.

- Lo primero, es que aprendas a ponerte en contacto con alguien sin necesidad de que éste esté durmiendo, a una distancia cercana, pues de lo contrario no podrás situarlo, ¿de acuerdo?

- Sí.

- Bien, te enseñaré cómo se hace. Creo que Ackazoe lo hacía antes, ¿no es cierto?

"Recuerdo que así era"

- Ella dice que sí.

- Bien, entonces nos será de ayuda. Presta atención.

Me lloraban los ojos. No podía seguir así. No podía cerrarlos y tenía que seguir distinguiendo la energía.
-Sólo si sometes a tus ojos a una tortura extrema, conseguirás aprenderlo. No los cierres. Estaremos asi durante algunas horas.

El Anciano y yo nos sumergimos en el mundo de los sueños. Me enseñó sus entresijos y todo lo que podía hacer con él. Y lo más importante, manejarme con él en el plano real, para confundir y moverme a mi antojo con un simple estallido. Después de varias horas, todo fue un repaso continuo de mezclar unas cosas con otras, de hechizos imposibles y ataques magníficos que tenía que repeler. El elfo parecía tener una energía inagotable y una fuerza extrema. Por muy ágil que yo fuera, terminé con varios rasguños y más de una vez tuvimos que parar para que pudiera curarme.

- Eso sí, intenta curar sólo aquellas que no puedan curarse por sí solas. Las demás déjalas, aunque te deformen la piel y te escuezan a veces. Así el cuerpo se acostumbrará también al dolor.

El único descanso era la hora escasa que Nerhïndwen nos dejaba a Ackazoe y a mí para conversar. Durante ese tiempo, empezamos a forjar un plan, aunque yo no estaba muy segura de querer hacerlo. Pero estaba convencida de que al final Ackazoe se saldría con la suya.

El chorro de agua me dió de lleno. Caí hacia atrás.
-Ahg...eso ha dolido-me incorporé-no soy capaz de desviarlo.
-Pues esto es a base de machaque ¿Has cerrado los ojos?
-No...no, me ha costado, pero no.
-Perfecto. Otra vez..

Al amanecer del quinto día, cuando Ackazoe y yo acabamos de hablar e íbamos a seguir con el entrenamiento, Nerhïndwen nos confirmó que éste ya estaba acabado.

- Podría enseñarte más cosas, pero dudo que te fueran útiles. Ahora lo más importante es que cojas experiencia, y eso es algo que no puedes alcanzar aquí.

- Entonces... ¿esto es todo?

El Anciano asintió.

- Te he dado todos los materiales para que puedas defenderte como es debido. A ti y a los tuyos. Sólo tienes que improvisar cuando quieras hacer algo nuevo. Claro, que siempre puedes acudir a mí para lo que sea, pero ya sabes que nunca duermo, así que tendrías que venir aquí.

- Eso si me marcho.

- Eso si decides marcharte, claro. Pero esa decisión te corresponde a ti.

- Lo sé. Agradezco las horas que habéis dedicado a mi entrenamiento. Ha sido un placer aprender contigo. Me gustaría poder pagarlo.

- Creo que mi hija te dijo cómo hacerlo. Pero también sigue siendo tu decisión. Puede que el destino nos marque ciertos senderos, pero somos nosotros los que elegimos unos u otros. Los que no conocen lo que se les avecina hacen caso a sus intuiciones o su lógica para actuar, y los que lo saben creen actuar de modo que ese futuro agradable se cumpla, pero no tiene por qué ser así. El destino nos depara sorpresas que no caben en las profecías. No sientas temor de seguir tu camino. Nunca sabes cuándo éste se bifurca. Y tarde o temprano llegarás a él. Huir del destino no es razonable. Pero no creas que la vida está escrita. El destino no es un solo camino. Son muchos distintos. Piénsalo bien.

El Anciano se levantó y, al pasar por mi lado, apoyó su mano en mi hombro, mirándome fijamente con sus ojos infinitos. Después, siguió su camino, dejándome sola en aquel claro.

"¿Y ahora qué?"
"Sabes perfectamente qué viene a continuación"
"No sé si estoy preparada"
"El elfo lo ha dicho bastante claro"
"No me refiero a eso"
"Dije que no volvería"
"Dijiste que no seguirías con Vedrick"
"Y tú sabes lo que me ha costado hacerlo"
"Pero lo has hecho. Ahora tienes otras obligaciones. Eres una Caminante"
"Si vuelvo, acabaré encontrándomelo tarde o temprano"
"Pero no es eso lo que temes. ¿Has escuchado al Anciano?"
"Sí, perfectamente. Y sé que tiene razón. Pero, ¿qué quieres que haga? ¿Regresar y hacer como si no hubiera pasado nada? No puedo volver con ellos"
"No tienes por qué hacerlo"
"Ah, ya... eso. Podría funcionar"
"Sólo si tú quieres. Podríamos tardar mucho. Pero es una manera de ser útil. Sólo hasta que tu orgullo ceda un poco"

Nos mantuvimos en silencio durante largo rato. Sopesé las posibilidades, ahora que tenía tiempo para ello. Ackazoe tenía razón. Aquella era la única solución por el momento, sin que tuviera que inmiscuirme en la guerra. Hasta que tuviera las cosas claras.

"Está bien. Empezaré a preparar las cosas"

"Entonces, ¿Válagath y Folhavren?"
"Sí. Kibashi y Hayssa se fueron poco después de que vosotros os marchárais. Nos mandaron refuerzos desde el Muro del Norte. Ahora vamos todos hacia Vóreghan. Después siguieron hacia el norte para aunar elfos oscuros y elfos del bosque. Según me dijo Khandar hará dos días, deben estar cerca de las Coordilleras de Folhavren"
"Al parecer, Khandar te ha instruido bien"
"Ha hecho lo que ha podido en estas dos semanas"
"¿Y cómo va tu brazo?"
"Oh, todavía no soy muy diestro con la mano izquierda, pero ya tengo menos moratones. Khandar dice que de aquí a un mes podré luchar sin que me maten mucho. Me está enseñando a controlar lo de la telepatía"
"Sabía que os iría bien juntos"
"Entonces, ¿vais a venir?"
"No lo sé todavía, Ryan. Tengo que pensar. Pero tendrás noticias mías muy pronto. Eso sí, ni una palabra a nadie. Ni a Khandar. ¿Entendido?"
"¿Por qué no quieres que se sepa?"
"Tengo mis motivos. Te agradecería que lo respetaras"
"Tranquila. Puedes confiar en mí. Espero que vaya todo bien"
"No te preocupes. Estoy bien. Adiós, Rai, hablaremos pronto"
"Adiós hermana"

"¿Y bien? ¿Adónde vamos?"
"A Folhavren. Si Kibashi y Hayssa están reclutando gente al sur, los Ocultistas deberán estar rondando por los alrededores. Es el mejor sitio donde empezar a buscar"
"No será fácil. Está cerca de Torre Oscura. Pero por algún lado hay que comenzar"
"Voy a despedirme de Nerhïndwen. En cinco minutos nos vamos"
"¿Al plano onírico?"
"Sí. He estado por allí cerca antes. Será más rápido. Preparar un portal costaría más trabajo"
"Entonces, adelante"

La despedida no fue muy larga. Nerhïndwen me deseó suerte, y después nos dejó a solas. Me concentré en la imagen del camino del bosque. Recordaba la escena con total nitidez. Traté de borrar a mi antiguo amigo y concentrarme tan solo en el paisaje. Cuando todo estuvo correcto, realicé el paso al otro plano. Esperé que la imagen fuera lo suficientemente real.