Vhirendärsil

La isla más septentrional de las Islas Perdidas de los Elfos, donde habitan los más antiguos elfos. El bosque cubre toda la isla, y los árboles tienen formas extrañas, así como han ido modelándolos los habitantes del bosque.

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Esperé a que apareciesen.
El lugar rebosaba de vida y energía. Las plantas, la tierra, el mismo aire, todo rezumaba energía, paz y calma. Suspiré. No me caian bien los elfos, pero tenía que admitir que eran los que mejor cuidaban de la naturaleza

Reprimí un grito de sorpresa al contemplar el bosque. Cada rama, cada gota de agua parecía cincelada por los mismos dioses.

- Menudo lugar para exiliarse... así dan ganas de provocarlos.

- No te fíes de los elfos y el bosque, asesina. Conocen qué esconde cada rincón de tu alma con mirarlos a los ojos y pueden sacártelos con una sola palabra. Los antiguos se han vuelto solitarios y vanidosos. No seréis bienvenidos.

La miré y vi que sonreía desde el portal, con malicia. Una mirada atrás, y el portal se cerró, dejándonos sin posibilidad de retorno, sólo el bosque ante nosotros.

OFF: Mensaje 5000!!! Wiiiiiiii wiiiiiiiiiii

Miré a la driade.
-¿Te gusta amargar a la gente no? No os preocupeis, eso no pasará. Venimos pacificamente, no nos harán daño....

- No soy la única aquí que amarga la vida de la gente... Ojo por ojo...

Dejó la frase en el aire, y yo empecé a caminar. No quería escucharla. Sabía que tenía razón, pero no pensaba vivir toda la vida con esa culpa sobre mis hombros.

Caminamos un buen rato bajo los árboles, y me detuve en un momento dado.

- ¿Oís eso? Están cantando... los elfos me hablaron de ello, pero nunca lo había oído tan nítidamente. El bosque tiene más poder aquí. Vendrán pronto.

-Eso es lo que queremos, que vengan pronto.

Seguimos caminando en silencio, el aire soplando a nuestro alrededor. Sin darnos cuenta de que no estábamos solos, una voz sonó a nuestra espalda.

- ¿Quiénes sois y cómo habéis llegado aquí?

Me paré.
-Somos visitantes. Buscamos la sabiduría y la tutela de uno de los antiguos. Es un asunto vital para la existencia de toda vida en este mundo.

- Tendréis que despojaros de vuestras armas y permitid que anulemos vuestra magia temporalmente hasta que los antiguos decidan si sois dignos de la confianza del bosque. Son las normas.

-Por supuesto-me quité la longuirus del cuello y saqué mis dos estiletes. Los dejé en el suelo.

Deposité mis dos espadas y la longuirus en el suelo, así como las dos dagas élficas y la que tenía en la bota. Era todo un arsenal. La dríade se sacó una daga también.

Se oyó un murmullo y dejé de percibir la energía a mi alrededor. Ahora estábamos en sus manos.

Con un ágil salto, un elfo de pelo oscuro y ojos claros se presentó ante nosotros, seguido de dos elfas. Una vestía una sencilla túnica; la otra un vestido a media pierna de cuero con un arco al hombro.

- Acompañadnos.

-Bien. Os seguimos

Ascendimos por un camino algo abrupto esquivando raíces levantadas y musgo resbaladizo. Cruzamos un río por un pequeño puente recubierto de enredaderas. Seguimos caminando hasta que la espesura se hizo mayor.

- Ya hemos llegado.

Instintivamente, miré hacia arriba. No había nada que indicara que allí hubiera algo más que pájaros, pero en algún sitio, me pareció ver el movimiento de una cabellera, la sombra de una túnica o unos ojos inquisitivos. Cuando volví a mirar a mi alrededor, una variopinta selección de elfos nos rodeaba.

-Bien....¿Y quien nos va a juzgar dignos?-me crucé de brazos. Que me observasen tanto me ponia nervioso

- Esa prisa no te ayuda, Ocultista - salió una voz desde el fondo. Tenía un timbre que no acertaba a identificar. No se parecía a ninguna voz que hubiera escuchado antes, ni humana, ni elfa -. ¿Qué hacen dos medio humanos y una hija del bosque en tal lejanas y prohibidas tierras?

- He venido a hacer que se cumpla el castigo para ella - la dríade me señaló -. Hay una guerra en el continente, y ella estaba en el bando que no le correspondía. Ha sido juzgada y enviada al exilio. El Caminante propuso que vinieran aquí.

- ¿Caminante? Interesante... Hermana, ve con las sacerdotisas. Vosotros dos me acompañaréis.

Los elfos se abrieron y dejaron paso a un elfo arrugado como si se tratara de un anciano, con la piel tan fina que las venas se le transparentaban, los ojos claros al igual que su pelo y un aura de poder a su alrededor como nunca había visto antes.

Miré fijamente al elfo. Sin duda era poderoso, pero parecía fragil.
-Así es. Realmente, no solo será exiliada. Me gustaría que recibiese las antiguas enseñanzas de la magia.

- Extraño castigo para una asesina... ¿no crees? Los elfos valoramos la vida más que cualquier otra cosa. Será mejor que hablemos en privado y averigüemos vuestras intenciones...

El elfo se giró y empezó a ascender por una escalerilla grabada en un árbol. Miré a Vedrick y ascendí tras él. Como todos los elfos, vivía en las alturas, pero no era como la ciudad elfa del continente. Las casas estaban tan bien disimuladas que apenas se notaba lo que era artificial y lo que era natural.

Cuando entramos, el elfo nos invitó a sentarnos.

- ¿Y bien? ¿Por qué debería enseñarle la magia antigua? ¿Y por qué un Caminante viene de nuevo a mi casa a pedirme consejo?

-¿De nuevo? Eso no lo sabía...bueno, el caso, es que ella tiene encerrado un elemental dentro. Quería que fuese capaz de dominarlo....y bueno, yo tambien querría aprender algunas cosas....y bueno. Si el aprendizaje fuera bien, puede que se le pudiesen perdonar sus errores ¿no?

- Mmm... es posible. Bien... de momento se os devolverán vuestra magia. Guardaremos las armas, no os servirán aquí. En cuanto al aprendizaje... ¿cuánto pensáis quedaros?

-Lo que haga falta. No quiero meter prisa. Las cosas se han de hacer bien.

- Mmm... está bien. Entonces tendremos tiempo de informarnos mutuamente.

Alzó una mano y de repente, toda la energía del ambiente se echó sobre mí, tanta al mismo tiempo que me dejó sin aliento durante unos segundos. Lo más curioso, es que la mayor parte emanaba de aquel elfo, lo que me sorprendió.

Él pareció percibir mi sorpresa y sonrió tenuemente.

- Mi nombre es Nerhïndwen. Sois bienvenidos aquí. Haré que os preparen alojamiento. ¿He de suponer que con uno para ambos bastará?

-Por mi no hay problema....pero-miré a la driade-no querría tener problemas con ella. Está resentida con Dalayn...

- La hermana del bosque sabe lo que no permitimos los elfos. Todos estaréis a salvo aquí. Sin embargo, vuestras rencillas debéis solucionarlas entre vosotros. La sabiduría para olvidar el odio y el dolor solo está en cada uno de nosotros, y yo no puedo ofrecérosla. La dríade...

- Jeinhëndra.

- ... se alojará con las sacerdotisas. Será bueno para unas y otras. ¿Estás de acuerdo?

- Sí, pero debería asistir a las clases de... ella. Son órdenes.

- Asistirás a aquellas clases a las que puedas asistir. Ya hablaremos sobre ello. De momento, descansad. El bosque empieza a dormir. Veryn y Korden os guiarán a vuestros respectivos aposentos.

Miré hacia la puerta. Allí había dos elfos esperándonos. Hicimos una reverencia al elfo antes de salir, y yo me giré brevemente para mirarlo. El elfo sonreía, enigmático.

- Los árboles cantan...

Fue un susurro tan leve que me pareció haberlo imaginado. Todo me parecía extraño y fuera de lo normal. Salimos de allí.

-Bueno, por ahora todo está saliendo bien. Demasiado bien-sonreí. La energía que desprendía ese lugar me relajaba y notaba a Saabath alegre dentro de mi

- A mí también me está pareciendo todo demasiado sencillo. Es raro que no nos hayan pedido nada a cambio.