Vhirendärsil

Marchabamos hacia la playa. El pensamiento de Dalayn me llegó. No me detuve. Me quité el colgante y lo guardé. Su cobardía me había decepcionado.
-Me has fallado.

Al cabo de unas horas, regresé al claro. Nerhïndwen estaba allí.

- ¿Se puede saber qué...?

- Libera a Ackazoe.

- ¿Qué?

- Libérala.

- No estás preparada todavía.

- Libérala.

- Si no sale bien, podrías...

- ¿Morir? ¿Crees que me importa? Libérala.

El Anciano se mantuvo en silencio varios minutos.

- Esta noche ve al santuario.

- Allí nos veremos.

Di media vuelta y marché a buscar a la dríade.

Hyouma tenía un barco pequeñito, pero para los dos sería suficiente.
-Acabaremos el entrenamiento en el mar
Asinti
Una hora despues ya habiamos zarpado

- Tengo un regalo para ti, Jein.

- ¿Sí? ¿Vas a devolverme a mi marido y mis hijos?

- No, voy a dejar que mates al que te los arrebató.

- ¿Vas a dejar que te mate?

- Algo parecido - le tendí la longuirus -. Esta noche, en el santuario. En el corazón. No falles.

-¿Crees que he hecho bien en dejarla?
-Creo que era su decisión. Merece respeto aunque pienses que está equivocada.
-No quiero que se quede.
-Es su decision, Beleren. Tu deber es respetarla, aunque no la compartas.

Intenté leer alguno de los libros que me había prestado Nerhïndwen, pero estaba demasiado nerviosa para poder leer ninguno. Tenía algo en la boca del estómago que no me dejaba respirar, y las lágrimas se esfumaban de vez en cuando de mis ojos sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

La llegada de la noche se me hizo eterna. Escribí varias cartas, por si lo de aquella noche no salía bien, cada una más complicada que la anterior. La primera, iba para Julien. La segunda, para Ryan. La tercera fue la que más tiempo me llevó. Estaba llena de borrones por las lágrimas, pero era lo suficientemente legible. Se quedaría así. Pasarla a limpio sería un nuevo suplicio, y no estaba de ánimo. A la hora acordada, dejé las cosas sobre la mesa y acudí al santuario.

Allí todo parecía estar preparado.

- ¿Estás segura de que no quieres esperar?

- No. Tiene que ser ya. Ahora.

- Está bien - asintió el elfo -. Sólo tengo que romper el sello de Vedrick, el resto es cosa tuya.

Nerhïndwen me dio las indicaciones correspondientes. Eran difíciles, y tenía que concentrarme al máximo.

- Estoy lista - anuncié.

El anciano alzó la mano, murmuró unas palabras, y sentí cómo algo se liberaba dentro de mí. Algo poderoso, fuerte y aterrador.

Hyouma me estaba hablando sobre la teoria de la hechicería y no se que cosas. Pero no le estaba atendiendo.
-Beleren, si vas a seguir asi, lo dejo.
-Déjalo. Ahora no estoy de humor.
-Está bien...será mejor que duermas un rato, o que te relajes...

"Así que vuelves conmigo, ¿eh?"
"Eso parece"
"Sabía que lo harías. ¿Qué ocurre? ¿Te sientes sola?"
"Eso puedes saberlo por ti misma. Ahora déjame"
"Como quieras"

Retraje mi energía como me había dicho Nerhïndwen, y Ackazoe se apoderó de mí como semanas atrás, sólo que ahora yo era plenamente consciente de lo que estaba sucediendo. Las sacerdotisas entonaron entonces al mismo tiempo y, sin que el elemental lo supiera empezó la transformación. Cuando fue a darse cuenta, ya era demasiado tarde para volver atrás. Controlé la energía desde dentro e impedí que se moviera.

- ¿Qué es esto? - gritó colérica.

- Ahora, Jein - dio la orden el Anciano.

En ese momento, Jein apareció con la longuirus en la mano de detrás de una de las sacerdotisas y atravesó el corazón de aquel ser de una vez, antes de que Ackazoe pudiera decir nada más. Sentí romperse algo dentro de mí y dejé de controlar la energía. Caí al suelo de rodillas. El dolor en el pecho era insoportable. No podía respirar.

Me tumbé en el pequeño barco. Miraba al cielo, pero mi vista estaba perdida.
-No es bueno que te comas así la cabeza.
-No lo entiendes Hyouma.
-Creo que si. Siempre es doloroso dejar atrás a los seres queridos. Yo perdí a muchos. Y se que si hubiese estado con ellos, las cosas hubiesen sido distintas.
-¿Lo del Anciano?
-Si. Le odio. Me dejó en esa isla. No me dejaba salir. Si hubiese estado con tu padre y los demás....no hubiesen muerto.

Jadeaba. La energía se removía en mi interior como un remolino... Estaba exhausta. No veía nada, ni oía, ni siquiera sentía el suelo bajo mis pies, sólo un dolor agudo y punzante en el pecho. Sabía que iba a morir. Estaba completamente segura. No había salido bien. Allí terminaba todo. Pero, ¿a quién le importaba?

Hyouma se tumbó junto a mi.
-Perdí a todos mis compañeros, casi a la vez. Saber que vas a tener que vivir mucho tiempo sin ellos es el peor de los pensamientos. Supongo que lo que te pasa con Dalayn es similar. Pero has de mirar hacia delante. La vida es maravillosa y te prepara sorpresas-sonrió-te miro y veo a tu padre. Jace era una gran persona...algo compleja, pero buena en el fondo. Me alegró que el viejo me encargase que te entrenase. Volverás a verla Beleren.
-No lo se...y si algo sale mal...
-El Anciano será un capullo, pero es el mejor hechicero que conozco. No pasará nada malo.

La luz atravesó mis ojos como un vendaval. Durante un rato, todo fue igual. Después, poco a poco, los ojos se me fueron acostumbrando a la radiante luz.

Reconocí el lugar como el cuarto que había compartido con Vedrick antes de... bueno, antes. No importaba cuando. Prefería no pensar en ello.

Sin embargo, todo parecía radicalmente distinto. Todo estaba mejor definido, más luminoso, más nítido, más... bello. Me incorporé lentamente. No sentía ningún dolor.

- ¿Qué ha pasado? - pregunté, aunque sabía que no había nadie que pudiera contestarme.

"Que las cosas han vuelto a su lugar" respondió una voz en mi cabeza, una que no había escuchado antes, suave y dulce pero autoritaria y poderosa al mismo tiempo.

"¿Quién eres? ¿Qué quieres decir?"

"Se puede decir que vuelves a ser una verdadera Caminante, sin corrupción en tu interior. Soy Ackazoe, elemental de luz"

Estubimos mucho tiempo en cubierta. Pero empezó a soplar un viento desagradable y bajamos a la bodega. Allí Hyouma me estuvo explicando teoria de hechicería. Aunque le prestaba bastante atención, parte de mi mente seguía lejos del barco

"Entonces... ¿todo ha salido bien?"

"Eso parece... al menos, aunque la unión halla sido accidental, ha sido acertada"

Me pasé la mano por la cabeza

"Pensaba que había muerto"

"¿Morir? No... ahora somos un equipo. Si ha salido bien, es por eso"

No hablaba como si eso fuera una explicación, sino un hecho constatado.

"Ya... bueno, mejor así. ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?"

"No lo sé. El tiempo no es algo que vaya conmigo"

Miré hacia la ventana, pero aunque todo se veía claramente, era de noche.

"Es por la unión" dijo Ackazoe simplemente. No hacían falta más explicaciones. Tampoco yo sabía qué más añadir. Todo había funcionado, todo era correcto. Pero el dolor que sentía dentro de mí permanecía. Seguía sintiéndome terriblemente sola.

"Deberías descansar. Y recapacitar"

Parecía que supiera todo lo que yo necesitaba. Supuse que así ocurría con los Ocultistas. Le hice caso. Y mi descanso consistió en hablar con ella, todo lo que sentía, mis dudas, mi angustia... todo.

Tras un par de horas hablando me recosté contra un barril. Hyouma subió arriba.
Suspiré. Empecé a oir a Saabath. Ultimamente había estado muy callado. Me dijo que me animase, y que estaba ahi para lo que quisiera. No estaba de humor, asi que no insistió demasiado. Me quedé mirando la madera del casco fijamente.

La mañana amaneció nublada y fría. Di gracias, porque todo me parecía extraordinaria y dolorosamente claro. Fui al salón a comer algo. Todas las miradas se volvieron hacia mí. Intenté ignorarlas todo lo que pude.

Apenas probé bocado, aunque Ackazoe me dijo que comiera algo. Nerhïndwen vino poco después.

- Veo que te has recuperado pronto.

- Así es - asentí.

- Creí que había muerto, ¿por qué?

- Porque estabas transformada en el elemental, pero la unión se estaba forjando correctamente, así que no tenías por qué estar consciente.

Asentí lentamente. Apenas tenía ganas de hablar.

- ¿Puedo preguntarte cómo sabes tanto de los elementales y de los Ocultistas, la unión y todo eso?

El Anciano tardó un poco en contestar.

- Yo fui el de la idea, eso es todo.

- ¿Tú creaste los Ocultistas?

Asintió.
- No para su papel actual, desde luego. Pero sí, la idea básica fue mía. Toma, esto te pertenece. Hasta que te devuelvan la que te pertenece.

Me entregó la Longuirus.

- ¿Me la devolverán?

- Depende del camino que elijas seguir. No tienes por qué quedarte aquí. Hay muchas maneras de huir del destino. Unas mejores, otras peores. A veces no queda más remedio que enfrentarse al futuro. Debes elegir la que mejor te parezca, aunque no tiene que ser la más acertada. Ninguno somos perfectos. Ni siquiera los elementales. Aunque ayudan.

- No sé... tengo que pensarlo... pero no estoy con ánimo.

- Tienes el tiempo que necesites... pero cuidado, el tiempo sigue corriendo... a tu favor o en tu contra. No lo malgastes en preocupaciones que no tienen solución.

El elfo se levantó y me dejó sola, con la Longuirus sobre la mesa. La observé durante largo rato. Después, la cogí y salí afuera.

El dia siguiente fue monotono. No hicimos otra cosa que practicar hechizos y perfeccionar el arte ocular. Yo carecía de entusiasmo, pero realizaba las tareas correctamente. Hyoma no quisó meterse y se limitó a seguir practicando.

"Si el problema es Vedrick, hay otras maneras de solucionarlo. No tienes por qué quedarte aquí"

"Lo sé. De hecho, no creo que pueda. Pero no quiero arriesgarme."

"Entonces, no lo hagas. Termina lo que tengas que hacer aquí y luego sigue tu camino. No tiene por qué cruzarse con el suyo"

"Quizá quiera que se crucen"

"Por supuesto. Pero esa es tu decisión"

Estuve un rato en silencio, girando la Longuirus en mi mano.

"Terminaré el entrenamiento. Luego, veremos"

-Beleren, deberías de dejar de pensar en eso. No te olvides de ella, pero lo que ha sucedido no se puede alterar. Sólo te queda mirar hacia delante.
-Lo sé. Pero no es tan facil.

Busqué a Nerhïndwen en el bosque. Lo encontré en el claro de entrenamiento.

- Sabía que vendrías.

- Terminemos cuanto antes. Sin descansos. ¿Te parece bien?

- Como quieras. Pero deberás estar muy atenta. Repasaremos todo lo que podamos para que no se te olvide nada. Entrenarás con Jein cada día. ¿Estás de acuerdo?

- Completamente. Empecemos.

-¿Cuando llegaremos al continente?
-Supongo que en unos cuatro dias. Estoy modificando las corrientes de aire para ir más deprisa. Pero aun asi, tardaremos.

El primer día fue un trabajo exhaustivo. Pero no sólo mantenía el nivel de energía sino que lo subía con rapidez, así que el cansancio no fue un problema. Más bien la concentración. Hasta que después de tres horas sin apenas enterarme, Ackazoe me llamó la atención.

"Si sigues así no terminaremos nunca. Aísla todo lo demás. Lo importante ahora es esto"

Después, me concentré todo lo que pude. Y funcionó. Olvidé todo el dolor que pendía a mi alrededor y me concentré por completo en las lecciones del Anciano. Empezamos a usar la energía en estado puro para realizar ataques, lo que era mucho más sencillo que lanzar hechizos, pero también más peligroso. Seguimos repasando todo lo que había realizado hasta ahora, y supuse que la mejoría se debía a Ackazoe. Yo apenas hacía algo distinto. Percibía la energía con mucha más claridad, hasta el más ínfimo detalle.

El primer día pasó así, hasta que Jein se presentó con un plato de comida para los tres. Me extrañó no haberla visto el resto del tiempo. Se sentó silenciosamente entre nosotros y empezamos a comer. Después luchamos durante un buen rato, y apenas me costó vencerla con la Longuirus, ni después con las espadas. Al terminar, hizo una breve inclinación de cabeza, y se marchó.

- ¿Qué mosca le ha picado ahora?

- Creo que eso deberías preguntárselo a Ackazoe - dijo Nerhïndwen sonriendo.

Lo hice, y Ackazoe me contó que cuando Jein me atravesó con la Longuirus y ella surgió limpiamente, la dríade empezó a cambiar de idea respecto a mí. Mantuvieron una breve conversación y el resto fue cosa de la hija del bosque.

"Pero, ¿qué le dijiste?"

"Eso ya son cosas nuestras, Dalayn. Si ella quiere contarlas, que lo haga"

-Hyouma...¿Te puedo preguntar una cosa?-los dos dragones de agua que habiamos creado en el mar luchaban a muerte entre ellos.
-Claro, dime.
-¿Por que no habres los ojos? Se que no eres ciego.
Hyouma estuvo callado un rato, pero al final contestó.
-He hecho cosas terribles con la mirada. Creeme, horribles. Se que ahora controlo bien mis ojos, pero no me quiero arriesgar. Asi que solo los abro en ocasiones especiales.

Los dos días siguientes fueron una revoltijo de hechizos, cada uno más complicado que el anterior. El paso del tiempo sólo lo marcaban las silenciosas llegadas de Jein, su mirada atemorizada, la lucha ya casi innecesaria y su partida. Cada vez Nerhïndwen me pedía hacer más cosas a la vez, y yo me preguntaba cómo no salía volando por los aires. Sellos, portales, hasta el uso de la transformación tenía sus recovecos. Pero no me quejaba. Tenía la mente en blanco y eso era importante. Dos veces al día me dejaba el Anciano descansar, aunque lo que quería realmente era que Ackazoe y yo nos conociéramos más profundamente, ya que que nuestra relación fuera perfecta ayudaría a nuestra compenetración y muchas más cosas. Poco a poco, todo se fue haciendo monótono, pues era repetir y repetir y volver a repetir hasta la saciedad, hasta que todo resultaba tan natural como respirar.

Por fin Hyouma se decidió a cambiar el entrenamiento. Ya había copiado multitud de hechizos. Mi resistencia había aumentado y mi capacidad para memorizar tambien.
-Creo que estás preparado para aprender el mangekyo. Ten mucho cuidado. Si no lo usas bien puedes provocar una hecatombe. Toda la energía que veas, la puedes redirigir. Puedes matar con la mirada. He encontrado pocos libros que hablen sobre este arte. Pero en uno se lo conocía como la mirada de basilisco. Si no lo controlas bien, tambien puedes salir mal parado.
-Esta bien. Intentaré controlarlo
-Bien-y Hyouma abrió los ojos.