El Ojo de Zafiro

Cuando entré, todo estaba en la más absoluta oscuridad. Anduve unos pasos, indecisa, al frente, y cuando había recorrido unos pocos metros, una luz cayó sobre mí, cegándome. Parpadeé varias veces para acostumbrarme. Seguí avanzando lentamente, la luz iluminándome desde arriba. Era una luz azulada, intensa.

De pronto, y aunque mis ojos no veían nada en la oscuridad debido a la luz, detecté un movimiento a mi derecha. Me volví inmediatamente para comprobar que allí no había nada. Entonces, por el rabillo del ojo advertí una sombra ahora a mi izquierda, pero al girarme todo seguía igual. Sin embargo, sabía que allí había algo. Hubo un instante en que creí ver ondear una capa, y más movimientos a mi alrededor. Mis sentidos estaban alerta, y no fue una sorpresa el escuchar el acero en la vaina. Saqué la espada y la interpuse entre mi pecho y lo que fuera que iba a atacarme. Al entrechocar los aceros, la luz se expandió, clara y brillante, inundando toda la estancia; entonces pude ver a mi oponente. Su risa era inconfundible.

El Ocultista de Torre Oscura.

- Vaya, Dalayn. Advierto el desconcierto en tu rostro. ¿Sorprendida?
- Bastante – admití.

El Ocultista atacó hacia abajo y las armas volvieron a chocar, ahora arriba, ahora de nuevo abajo, hasta que nuestros rostros quedaron a apenas un palmo.

- ¿Qué tal con Vedrick? – preguntó sarcásticamente.
- ¡¿Y a ti qué te importa?! – le espeté con rabia. Giré para sacar la otra espada y le lancé una estocada tras otra. Ambos nos metimos en una danza envenenada, mientras él aprovechaba para lanzarme sus sucios dardos.
- ¿Qué pasa? ¿Se ha olvidado de ti? ¿Ya no le gustas?
- Púdrete.

- Claro, si ya no tienes poderes, no le eres útil. Tú que hubieras seguido a su lado aunque os hubieran separado mil y una veces, por mucho que sufrieras. ¿Pero cómo ibas a soportar luego su abandono?
- ¡Que te mueras! – grité, ya entre lágrimas. Sabía de lo que hablaba, pero lo que no sabía era cómo había podido adivinar mis pensamientos.

- Ahora no le sirves, y en unos años ni siquiera serás atractiva. Entonces te habría dejado en cuanto acostarse contigo hubiera sido un suplicio.
- ¡Cállate ya! – descargué un tajo a su cintura, que esquivó, pero no pudo hacer lo mismo con el siguiente, que desgarró sus ropas, bañándose estas en sangre. Él, en lugar de gritar de dolor, soltó una carcajada.

- ¿Cómo ibas a aguantar su asco, eh? ¿Y después la soledad? ¿Cómo ibas a vivir? Eso es lo que te asusta, ¿verdad? La soledad, su rechazo… Puedes sufrir la separación mientras sepas que está vivo y que existe la posibilidad de volver a verlo, pero temes la eterna despedida a tu vejez. Por eso él nunca te ha querido de verdad, porque eres poca mujer para él, sólo una cría, una cara bonita fácil de olvidar. No eres nada, no eres nadie…

- ¡¡¡YA BASTA!!!

El último tajo le alcanzó el corazón, y su cuerpo estalló en pedazos. Caí al suelo, ciega por el llanto, temblando por sus palabras, que expresaban en voz alta mis más oscuros pensamientos.

Entonces una mano me tocó el hombro y unos brazos cubiertos de seda blanca me rodearon. La voz dulce de una mujer sonó en mi oído.

- Tranquila, tranquila. Ya todo ha pasado. Sólo los fuertes pueden conocer a los Argemt. Eres bienvenida. Ahora descansa y no temas.

No sabía porqué, con sus palabras sentí una súbita sensación de paz, aunque no consiguieron ahogar el dolor que sentía. Me abandoné a sus brazos, dejando correr mi angustia, perdiendo el sentido.

Me quede fuera.
Sabia la clase de pruebas que ponian esa gente y no tenia ganas. De todas formas, en caso de peligro o amenaza, no dudaria en entrar. Con Saabath cubriendome, no pasaria nada

Cuando desperté, me encontré con que estaba en una habitación iluminada por un gran ventanal. La cama estaba cubierta por sábanas plateadas y los únicos muebles eran un armario, una mesilla, y un tocador de ébano con adornos en lapislázuli.

Me levanté y vi una pequeña puerta a mi izquierda. Al abrirla, salió un húmedo vapor que indicaba el lugar del baño.

Sin dudarlo un instante, me desnudé y me metí dentro. En el armario estaba mi ropa, y varios vestidos y túnicas. Recordando apenas a la mujer de hacía unas horas, me puse un vestido blanco de tirantes con adornos azules y que llegaba hasta el suelo. Estaba mirando cómo me quedaba cuando alguien entró.

Me quedé sin habla cuando vi a aquella mujer, que parecía una diosa. Sus largas vestiduras ocultaban sus miembros y le daban un aire de majestuosidad que cualquier rey envidiaría. Distinguí rasgos élficos en su figura: las orejas, los ojos, y una larga cabellera extrañamente plateada. Sin embargo, sus facciones no eran tan finas, ni su cuerpo parecía tan esbelto como el de un elfo. Sin duda, la sangre humana corría por sus venas también.

- Hola, Dalayn – saludó, acercándose a mí. Entonces quedé deslumbrada por su apabullante belleza. Advertí que sus iris eran también plateados, y empecé a comprender por qué les llamaban Argemt.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- El golem al que te enfrentaste lo pronunció. El mío es Eloryën.
- ¿Era un gólem? – dije, avergonzándome de mí misma por no haberme dado cuenta antes. ¿Cómo iba a ser un verdadero ocultista?
- En efecto, déjame que te lo explique tranquilamente. Ven, siéntate. ¿Has visto el paisaje?
- No, no me ha dado tiempo – repuse mientras la obedecía.
- Entonces mira hacia allí.
Me giró para que mirara por la ventana. Las montañas se hundían en un profundo y angosto valle, en cuyo fondo brillaba radiante un lago, tan azul como un zafiro.
- Esta cordillera le debe su nombre a ese lago – comenzó, mientras extendía mi pelo por mis hombros desnudos y empezaba a peinarme -. Nadie lo ha visto sin ser un enano o pasando primero por nosotros. El gólem que has visto te enfrenta con lo que más temes y odias, no sólo a nivel físico, sino también sentimental, como habrás comprobado.

Temblé al recordarlo.

- Cualquiera que entre aquí debe ser fuerte en lo físico y lo mental, y ser capaz de enfrentarse al dolor sin vacilar. Tú lo demostraste al matar al Ocultista a pesar de las lágrimas, y por eso estás aquí. Aunque todavía no entiendo por qué él no usó sus poderes – quiso saber.
- Porque no sé cuál es su elemento – contesté.
- Entiendo. Ya está – declaró -. Ahora demos un paseo y así me cuentas qué haces aquí. Intentaré contestar a tus preguntas mientras pueda.

Me miré al espejo antes de salir. Me había recogido el pelo en un moño alto y lo había adornado con perlas plateadas y azules. Después salimos al exterior y no me sentí capaz de articular palabra al ver la belleza que había escondida tras las montañas.

Debi de tener mas cuidado. Ya me habian pillado.
No habia pasado media hora y ya me encontraba intentando despistar a los guardianes del lugar. Una verdadera molestia.

Esperaba que Dalayn no tuviese ningun problema, por que yo iba a estar ocupado un tiempo.

Eloryën me guió por un laberinto de pasarelas que rodeaba el valle y bajaba hasta las inmediaciones del lago. Mientras caminábamos, hablábamos y nos cruzábamos con elfos, enanos, hombres y mestizos, de uno y otro sexo, algunos con túnicas y vestidos como el de Eloryën o el mío, y otros con ropas de viaje, de campaña y de lucha.

- Bien, cuéntame. ¿Qué te ha traído hasta el Ojo de Zafiro y cómo supiste de la existencia de los Argemt?
- Bueno… el Ocultista en que se transformó el gólem me quitó los poderes y la magia que tenía. A mi padre le hicieron lo mismo, colocándole una pulsera de un metal extraño que absorbía la energía de la magia. Él consiguió quitársela a un alto precio. Pero no sabemos qué me colocaron a mí, ni donde, y quería saber si aquí podría averiguarlo, y mi padre me dijo que viniera.
- A ver, déjame ver ese brazalete – dijo, cogiéndome la muñeca con suavidad. Sus dedos eran finos y delicados -. ¿Estás segura de que no es esto?
- Ese fue un regalo de mi padre.
- ¿Quién es tu padre? – inquirió, curiosa.
- Se llama Drezan, de Nearabyss.
- ¿Drezan? ¿El Hechicero? – su tono era alegre -. ¡Su hija! Ahora entiendo muchas cosas. Tu padre estuvo aquí hace unos años, aprendiendo… - dudó -. Tenía entendido que no podía entrar en la Tierra Oscura. La Tierra de Nadie – añadió, al ver la incomprensión en mi rostro.
- En efecto, no “podía”. No tengo muy claro si ya le está permitido o no. ¿Por qué lo preguntas?
- Porque, si no me equivoco, el metal del que está hecho este brazalete procede de allí. Pero no soy una especialista, así que será mejor ir a ver a Rocky. Espero que hoy esté de buen humor – suspiró, sonriendo. Entonces giró a la izquierda por otra pasarela y nos dirigimos de nuevo hacia el interior de la montaña.
El “despacho” de Rocky era una cueva pequeña llena de cajones desordenados. Rocky era un enano de barba y pelo negro surcadas por finas hebras de plata.

- ¿Me traes más trabajo, Eloryën? – fue su saludo -. ¿O trabajadores? – preguntó. Parecía que esta segunda pregunta lo hacía más feliz.
- Un pequeño reto para ti, viejo amigo – señaló el brazalete -. Si no me equivoco, esto es nerval oscuro.
- ¿Nerval? – el nombre pareció interesarle y se dignó a mirarnos. Sus ojos también eran plateados. Sonreí -. Eso sólo puede salir de un sitio. Déjame.

Eloryën extendió mi brazo para que el enano pudiera examinar el brazalete.
- Sí, sin duda es nerval. Pero lo más asombroso es que esas piedras son dientes de mar. ¿De dónde has sacado esto, chica?
- Es un regalo, al menos al principio lo era.
- No, no lo es – me informó la semielfa -. Los dientes de mar absorben energía y el nerval anula los poderes mentales. Siendo la hija de Drezan, creo que ya sé qué es lo que echas en falta. ¿Podrás solucionarlo, Rocky?
- ¿La hija de Drezan? ¡Qué agradable sorpresa! Me encantaría ayudarte, chica, pero no tengo material. El nerval oscuro es indestructible, excepto con fuego. Perderías la mano hasta el codo.

Me dio un escalofrío al recordar lo que me había dicho el soñador. Drezan se había mutilado a sí mismo para quitarse la pulsera.

- Hoy ha llegado nuevo material, Rocky – informó Eloryën.
- ¿Sí? Entonces estás de suerte, chica, en dos días tendrás tu magia. Tengo ganas de examinar ese material.

El grillete se cerro sobre mi muñeca izquierda.
Antes que preparar una masacre, me habia rendido. Ahora estaba en los calabozos.

Al salir de allí, Eloryën se detuvo unos instantes a hablar con un elfo de pelo oscuro, cuyas hebras plateadas le daban una madurez que su rostro no mostraba.

- Tenemos un pequeño problema, me temo - me comunicó la semielfa cuando volvió conmigo.
- ¿Puedo ayudar? - me ofrecí.
- No, suelen pasar cosas así de vez en cuando. Lo solucionaré pronto.
Me indicó un lugar donde podía entrenar si me apetecía. Pero aquel día estaba cansada de luchar, y me puse a buscar la pasarela que bajaba hasta el lago, dispuesta a tomar el sol o darme algún chapuzón.

Cuando entro me dieron ganas de morir.
-Tu....no podria venir otro ¿no?

La mujer sonrio.
-Supongo que vendras por la chica.....sin duda merece la pena
-Que sabras tu
-Que ha superado la pruba con creces...tu estabas implicado
Me mordi el labio.
-En fin....debiste de haber entrado en la sala de pruebas, de esa manera no te hubiesen descubierto-sonrio-si mal no recuerdo nuna has entrado alli ¿A que teme el gran Vedrick?
-No le temo a nada.
-Tal vez a Saabath, tal vez a Dalayn....no, tu estas por encima de todo eso. Tal vez sea mejor que no te enfrentes a tus temores, por que puede que no salgas victorioso.
-Escupo en ti y en tu maldita raza...
-Te soltare...-se acerco a mi
-No necesito soltarme-tire con el brazo izquierdo y la cadena se rompio. Despues destroce la cadena izquierda.
-Llevas una protesis...y en el mismo brazo que el-me miro-eres igual que el. Tus rasgos son los mismos que los de tu padre
-Yo no tengo padre-me diriji a la salida con desden-soy huerfano
-Deberias de estar orgulloso de tu padre. Fue un gran hombre...-sonrio, esta vez melancolica-aun le recuerdo. Le gustaba hablar del futuro. Hablamos del nombre que le pondria a sus hijos. El tuyo lo tenia claro. Vedrick. El mitico guerrero...nadie ponia ese nombre, por que estaba maldito, pero Jace nunca creyo en esas cosas.
Trage saliva.
-Me gustaria que me dejases andar libre por aqui, Eloryën.
-Claro, se lo debo a tu padre, asi que adelante. Cuida de tu dama.
-Espero no volver a verte.
-Fue un placer, Vedrick.

Después de mojarme los pies en el lago me fui a dormir, y al día siguiente le pregunté A Eloryën por el incidente del día anterior, pero me dijo que ya estaba solucionado y que no me preocupara. Y no lo hice.

Los días siguientes los pasé en la sala de entrenamiento, que según me explicó Eloryën, era una sala atemporal. Realmente era así. Eloryën me llamaba para comer, después daba sola largos paseos hasta el lago y de noche regresaba a mi habitación para descansar. El resto del tiempo entrenaba sin descanso y sin interrupciones. Era una sensación rara, puesto que aunque sólo pasaron tres días hasta que volvieron a llamarme para ir a ver a Rocky, yo había pasado semanas luchando contra el gólem. A veces incluso no podía dominarme y me echaba a llorar durante los combates.

- Perdona por el retraso, chica, pero estos condenados elfos haces sus metales cada vez más difíciles de laminar – se excusó el enano, que me “vendó” el brazo con láminas de metal elfo, pasándolas por debajo del brazalete, y luego las sujetó con una pasta fresca.
- ¡Angy! – llamó. Por detrás apareció una muchachita alegre que le llegaba a Rocky por la cintura -. Es mi hija – explicó -. Vamos, te toca trabajar.
- Voy, papá -. La enana puso sus manos sobre el brazalete, y de ellas salió una luz naranja y azul.
- Si sientes alguna quemazón, dilo, chica. No vaya a ser que se te quede el brazo inútil.
Pero en unos minutos el brazalete cayó al suelo sin problemas. Rocky me lo pidió para analizarlo y yo se lo di sin dudarlo.
- Los poderes tardarán en venirte, ¿cuál tenías primero?
- Nací con telequinesia. Los demás aparecieron hace unos pocos meses.
- ¿Por qué no pruebas? – me animó Eloryën.

Alcé a Rocky por los aires sin problemas, mientras el enano pataleaba.
- ¡Qué guay, papá!
- Esto es lo más humillante que me ha sucedido nunca – se quejó cuando lo bajé -. ¿Nunca te lo ha dicho nadie, o es que nunca has hecho a nadie volar?

Mi rostro se ensombreció por los recuerdos y el dolor.

- Una vez. – “Cuando conocí a Vedrick” entonces volví a sonreír, tristemente -. Gracias por todo, Rocky.

Lo besé en la mejilla y salí de allí.

Espere a que saliese de alli. Pasado un rato entre en la sala.

-Rocky, el que forja almas. He oido hablar de ti.
El enano miro con desconfianza.
-Necesito tus servicios-coji una bolsita de mi cintura y se la lance. Cuando la abrio su cara brillo con el destello de la codicia.

- ¿Estás bien? - me preguntó Eloryën al salir. Seguro que había visto el cambio de expresión en mi rostro.

- Sí, tranquila.

Ella dudó un momento antes de proseguir, pero luego me sacudió el brazo con afecto.

- Como quieras. Tengo una reunión con el consejo. Si necesitas algo, pregúntale a cualquiera. Seguro que no duda en dártelo.

- Gracias.

Di un paseo y nadé por el lago hasta llegar a unas rocas alejadas sobre la superficie, donde aproveché para descansar.

-¿La longuirus de Jace?
-Se que la usas como referencia para forjar las longuirus de los Ocultistas. Yo la quiero.
-No se...
-Vamos, esta bolsita vale al menos 10 veces esa lanza
-SI, es verdad...hecho
-Jajaja, tranquilo, hay algo mas...

Jugueteé un poco en el agua, haciendo formas en el aire. Pero aquella tarde estaba melancólica, mi mente volvía al pasado, y supe que aquel no era el mejor lugar para pasar el rato en ese momento, así que me fui a cenar. Tenía hambre.

En el gran salón no había apenas nadie. Sería cosa de la reunión del consejo. Allí todo se mantenía en un gran secreto, y supe que todo lo que quisiera conocer tendría que pagarlo de algún modo, no sólo con mi absoluto silencio. Tendría que ganarme la confianza y la aprobación de todos, pero ni la quería ni la necesitaba. Estaría allí el tiempo que necesitara y el que me apeteciera; tenía mala experiencia con los excesos de información. Cuanto menos sabía uno, menos posibilidades de que alguien quiera algo de ti. Y no que necesitaba entonces era tranquilidad.

Sali contento del antro de Rocky

Dos días después ya era capaz de controlar los sueños, aunque no había parecido nada más. Y no sabía qué era peor. Desde que me había despedido de Vedrick, el mismo sueño se había repetido cada noche, aunque entre una y otra habían pasado semanas para mí. Aquella no soñé nada, y me desperté de madrugada temblando, sintiéndome terriblemente sola.
La luz entraba por el ventanal e iluminaba la amplia cama. La melancolía y el dolor me invadió entonces, como si hubiera sido el día anterior cuando vi a Vedrick perderse en la oscuridad para siempre. Pasé una mano por el vacío que quedaba a mi lado sobre el colchón.

- Ojalá estuvieras aquí – susurré -. Te echo de menos. Han pasado semanas y no puedo dejar de pensar en ti… Te quiero – una lágrima cayó hasta las sábanas y hundí la cabeza en la almohada -. ¿Por qué, joder, por qué? ¿Por qué no pude odiarte cuando pensé que me habías abandonado en Torre Oscura? ¿Por qué sólo pensaba en volver a verte y besarte y cuando pude no lo hice? ¿Por qué soy tan idiota?

Tiré la almohada y me levanté para salir hasta las pasarelas. La luna menguante brillaba en el cielo e iluminaba el lago apenas, intentando que su luz penetrara entre las nubes negras que se iban formando en el cielo.
- ¿Dalayn? – llamaron por detrás. Me giré y vi a Eloryën acercándose -. ¿No puedes dormir?
- No.
- Entonces ven conmigo. Tengo algo que enseñarte, y pronto va a llover.

La seguí montaña adentro, hacia los túneles.

Las vi avanzar en la penumbra. Aquello no tenia sentido. Era una perdida de tiempo. Pero era lo que queria, que pasase el tiempo.

Paseábamos entre montañas de metales y objetos, algunos de los cuales estaban metidos en vitrinas de cristal.

- Los Argemt nacieron de unos enanos que se dedicaban a analizar las propiedades de los metales para conseguir aleaciones más consistentes e indestructibles. Después se unieron los saberes elfos, y pronto se unieron algunos humanos. Así se creó esta sociedad hace ya miles de años, donde se aúnan magia y técnica. Desde entonces, muchos vienen a aprender, y traen nuevos metales para que sean analizados. Nosotros extraemos lo que nos interesa y le damos el resto a los enanos para que fabriquen sus hachas y sus armas. Luego las venden y el oro que ganan nos sirve de intercambio con otros comerciantes de metal. Somos un gran círculo, como puedes ver – me explicó mientras paseábamos entre arcos elfos y espadas tan magníficas que parecían de cuento -. En cambio, tú sólo has venido para que te quitáramos un brazalete, que a Rocky le ha encantado – sonrió -. Y trajiste cosas que pagarían eso y mucho más. Así que el Consejo ha decidido que cojas cualquier arma de aquí, en compensación por lo que trajiste.

Asentí y miré las vitrinas con mayor atención. Así que para eso había sido el consejo, entre otras cosas, supuse. Mis ojos se posaron un momento en un objeto conocido: el aro. Mis puños se cerraron y mi rostro se tiñó de dolor. Volví la cabeza y seguí mirando las demás cosas, pero Eloryën se adelantó, cogió el aro y me lo tendió. Yo lo rechacé con una mano.

- ¿Por qué? Se nota que es importante para ti, y debido a eso, ningún arma va a ser mejor. Los ojos con que lo miras… sólo he visto esa mirada dos veces en mi vida, y tengo más de ochocientos años, Dalayn. La primera fue a un príncipe elfo. Cada vez que veía cierto pañuelo de seda los ojos le brillaban. Había renunciado a la corona para irse con una campesina humana. Cuando ella murió, intentó volver con los elfos, pero ellos lo rechazaron, y vino aquí. Pasó aquí cuatrocientos años, y la intensidad de su mirada hacia el pañuelo que había pertenecido a aquella mujer no disminuyó ni un ápice en todo aquel tiempo. La segunda fue una semielfa. Estuvo 600 años mirando el anillo que le dejó su amado elfo. Murió en una batalla. La fuerza con que tú miras ese aro… es incluso más potente que las dos que te acabo de nombrar. No quiero imaginar cuánto amarás a aquel a quien te recuerda. Él siempre va a estar en tu corazón, y tener un objeto suyo quizá te haga soportar mejor el dolor, pues llegará un momento en que recordar será más importante que olvidar – puso mi mano alrededor del aro y me miró con dulzura -. Sé cuál es tu miedo, porque tú morirás 100 años antes que él, si lo que dijo el gólem era cierto. Los semielfos vivimos una media de 200 o 250 años. Y sin embargo, yo ya tengo 800. Una de las cosas que descubrimos sobre los metales era que algunas partes alargan la vida de los seres, y mantienen su juventud intacta si se hace un uso correcto de la magia. Por eso nuestros cabellos y ojos son plateados, a causa de lo que ingerimos. Y creo que puedo ayudarte, si quieres.

- Sí, pero… sólo tengo esto con que pagar – dije, mirando el aro que todavía sostenía.

- Sí, el precio es alto. Pero Drezan también hizo mucho por nosotros. Él tiene una enfermedad y vino a nosotros para que le alargáramos la vida lo suficiente para poder verte. Nos ayudó mucho ciertamente, y creo que le debo eso. Tú sólo tienes que prometer que guardarás el secreto. ¿Crees que podrás?

- Por supuesto.

No pude por menos y entre en la sala.
-No cedas.....-me quite la capucha-que bonito queda lo de la inmortalidad y la juventud...¿Quieres vivir tantos años como yo?...eso tiene solucion-saque un estilete de mi bota y me lo puse en el cuello-solo tienes que llegar a los setenta y pico....pero por favor, no te sometas a los tratamientos de esta furcia

El aro se me cayó al suelo de la impresión.

- ¿Vedrick? ¿Qué... qué haces... tú...? - las palabras se me atropeyaban en la boca -. ¿De qué hablas? Quítate eso del cuello, por favor.

- Vedrick, hazle caso - dijo Eloryën. Su expresión era seria.

PD. conectate que hablemos un ratico ^^

-Que facil es someter a la gente a tratamientos....Dalayn no es una elfa, ni un enano, ni tiene los conocimientos de un archimago...-sonrei venenoso-claro, tampoco es un Ocultista...ahi se te fue la mano. Dalayn, la vida eterna no compensa, y menos cuando puedes pagar un precio tan alto-me quite el estilete del cuello-¿Por que piensas en lo que pasara cuando no estes?....piensa en lo que puedas hacer mientras permanezcas.

- Vedrick, no estoy pensando en lo que pasará cuando yo no esté, sino en lo que me pasará cuando tú no estés.

-Yo no me voy a ir. Ya te abandone una vez, y todavia me estoy arrepintiendo.

PD: No me va el messenger de los huevos

Mis ojos se anegaron de lágrimas.

- No eres el único. Pero el quid de la cuestión no es ese, Vedrick. El problema es... - hice una breve pausa para poder decirlo todo del tirón -. ¿Qué pasará cuando yo parezca tu madre? ¿O tu abuela? ¿Crees que yo podría aguantar entonces tu...?

No terminé la frase. No podía pronunciarla. Bastante había tenido con escuchar al gólem.

OFF: Tienes un ordenata muy raro... ya empezamos como el año pasado... hay que ver lo mal que me cae tu ordenata, eh???

-Es ridiculo fijarse en el aspecto fisico-me encoji de hombros-mira al ser de tu lado-señale a la mujer de pelo plateado-es bella ¿Verdad?...sin embargo es una de las viboras mas venenosas que he conocido.

- Cuida tu lengua, Vedrick - dijo Eloryën -. Esta víbora no ha estado días ocultándose en las sombras.

Los miré a ambos.

- ¿Alguien me puede explicar que está pasando? No entiendo nada, por favor.