Cuando volví a despertar, me encontraba con las manos atadas a la espalda, y éstas a la pared. Me encontraba en una cámara de altas paredes, y todo estaba lleno de cachibaches.
- Al fin te has despertado... - dijo una voz. Un Ocultista salió de detrás de una estantería -. Mi nombre es Welmevir, y tú debes ser Dalayn, ¿verdad? Muchos quebraderos de cabeza nos has dado, niña. Menos mal que encontramos a tu hermano. Una suerte que fuera tu hermano, la verdad. Es un descubrimiento reciente.
- Yo no tengo hermanos. Tenía dos hermanas, pero ya no. Vosotros acabásteis con ellas.
- Sí, acabamos con todos. Con todos menos uno. ¿Rai?
Ryan irrumpió entonces en la sala y se quedó apoyado en la pared, sin mirarme.
- ¿Lo sabías? ¿Desde cuándo?
- Desde que te encontré.
- ¿Y aun así me besaste? Eres un condenado bast... - me mordí el labio.
- ¿Bastardo? No lo voy a negar, pero tú no eres mejor que yo. No me lo dijiste.
- No sabía cómo hacerlo. Además, yo no te he traicionado en ningún momento.
Rai abrió la boca para contestar, pero volvió a cerrarla sin decir una palabra.
- Ah, la familia... lo único bueno es la sangre - dijo el Ocultista -. Seguramente te estarás preguntando para qué es todo esto. Bien, voy a explicártelo brevemente, ya que vas a ser parte del experimento. Veamos... hay por el mundo ciertos seres más poderosos que los Ocultistas, aunque con cierta astucia se pueden vencer. Todo el mundo tiene un punto débil. Como tú. Pero hay seres incluso más poderosos que tú, y desde que descubrimos parte de su esencia estamos tratando de emularlos. Y después de más de un siglo experimentando, hemos conseguido al fin crear un elemental humano estable. Simplemente es un elemental con cuerpo material. Aun así, no es rival para esos seres de los que te he hablado antes. Y para eso estás tú.
- Si crees que vas a utilizarme para vuestros experimentos, estás loco. No pienso permitir que nada ni nadie penetre en mi mente.
- ¿Ni siquiera cuando la vida de tu amado está en juego?
El corazón me dio un vuelco. Eso debió notarse en mi cara. Welmevir soltó una carcajada.
- Sí, su ataque a la Torre del Desierto no le salió tan bien como pensaba... Tenemos órdenes. O te prestas a ayudar, o lo matamos. Tú eliges.
Guardé silencio. No podía ser cierto. No.
- ¿Rai?
- Anoche no pudo contactar con él ni con Saabath.
- Sí, su elemental. Vaya, entonces eso quiere decir... qué lástima. Seguramente habrá intentado hacer alguna de las suyas. Qué pena. Bueno, mejor. Así no tendrás más remedio que someterte. La habilidad de tu hermano de leer la mente resulta muy útil, ¿verdad?
Me estremecí de horror. Vedrick no podía estar muerto. No podía ser verdad.
- Bien. Será mejor que te dejemos un rato a solas, ¿verdad? Mientras, iré a prepararme. Luego te explicaré en qué consistirá el experimento. No debes asustarte. No dolera - me rozó la mejilla con uno de sus fríos dedos, y yo ladeé la cabeza. Los dos salieron y yo me quedé a solas.
Me tambaleé y caí de rodillas, apoyándome contra la pared. Parecía mentira. No podía emitir ni una sola lágrima. Sólo abría y cerraba la boca, como intentando respirar, porque sentía que me faltaba el aire. Dudaba de que quedaran ya pulmones dentro de mí, sólo un vacío inmenso y desesperante, descomunalmente doloroso. Un abismo se había abierto ante mí, y yo me encontraba sobre él. Todavía no había empezado a caer, pero ya sentía el vértigo en el estómago. Vomité a un lado y después me quedé allí encogida, incapaz de pensar en nada.