Torre Oscura

Horas después, otro cubo de agua helada me despertó, pero aquella vez ya parecía que podía ubicarme mejor. Ya sentía los dedos al final de mis brazos y mis piernas. Intenté sacar energía del ambiente... pero no había nada... de hecho, ahora que me daba cuenta, ni siquiera percibía la energía que el ser que había ante mí debería emanar. Supongo que el ocultista debió de ver la expresión de mi rostro, pues una risa amarga salió de debajo de su capucha.

- ¿Qué pasa? ¿Nada de magia? Menuda lástima, ¿verdad?

Me costó unos minutos encontrar las palabras para hablar. Hacía días que no habría la boca ni siquiera para comer.

- La lástima es que una pandilla como vosotros tenga que perseguir a una chiquilla para qutiarle su magia... ¿acaso tenéis miedo?

- ¿Miedo? ¿Quién habla de miedo aquí, muchacha? ¿Crees acaso que nos importa el pueblucho del que vienes? Ya te hemos encontrado, ya sabemos quién eres, ya hemos terminado contigo. Sin sangre. ¿Ves que sencillo? A lo mejor si te hubieras comportado bien desde el principio, le hubieras ahorrado un brazo postizo a alguno, pero bueno... ya puedes marcharte.

Me liberaron de mis cadenas, y caí al suelo con un sonoro golpe. Cuando me apoye para levantarme, reprimí un gesto de dolor. Al tocarme la pierna, un ardor me recorrió de arriba abajo. Pero yo no me acordaba de nada... El Ocultista se encargó de refrescarme la memoria.

- Tuviste suerte de que llegáramos antes de que se te infectara más. Aquel oso te dio con ganas. Todavía no nos creemos que sobrevivieras... aunque Taern no fue de mucha ayuda, como es normal.

- ¿Qué le habéis hecho?

- Oh, nada, nada, está todo solucionado. No te preocupes por él. Vuelve a estar en su puesto, y nos hemos encargado de que no vuelva a dejarlo vacante. Ya te he dicho que una vez que hemos terminado contigo, ya no hay de qué preocuparse. Todo sigue su curso normal. Ahora sígueme, te acompañaré a la salida.

Todavía no estaba lo suficientemente lúcida como para comprender todo lo que me decía. Solamente días después, en una posada de Rasvelt, bien comida y descansada, recordaría todo lo que me había dicho mientras recorríamos los pasillos de Torre Oscura.