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No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida.
 
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 Raswelt [La Posada de las Dos Espadas]

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Dalayn

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MensajeTema: Raswelt [La Posada de las Dos Espadas]   Raswelt [La Posada  de las Dos Espadas] Icon_minitimeLun 28 Jul 2008, 18:00

Cuando desperté el primer día en un catre de paja, lo primero que hice fue ir y preguntarle al posadero qué día era. Si mi memoria no me fallaba, hacía 32 días desde que el Ocultista se llevó a Vedrick. Me quedé unos minutos en silencio, sabiendo que el posadero estaba esperando a que yo dijera algo... pero es que no sabía qué decir. ¿Qué hacía yo allí? Recordaba haber marchado hacia el norte, pero...

volví a la habitación. En un rincón había una bolsa. Ropa limpia, una capa, dinero... mucho dinero, dinero para vivir casi veinte años más. ¿De dónde lo había sacado? Mi estómago me impedía pensar. El hambre me sacudía por dentro, así que comí, me duché, dormí... dormí mucho, dos, tres días... sin parar, sin parar de soñar... soñé con pasillos, con historias... y cuando desperté, supe que eran ciertas.

Nunca me habían perseguido por nada de lo que me habían contado. Sólo por lo que significaba mi existencia. Yo, mi poder... otra profecía...

El oculto será perseguido, el perseguido será oculto, y cuando se unan el oculto y el perseguido, lo escondido saldrá a la luz. Y los sueños ocultos golpearán y lo oculto en los sueños verá el presente.

Cuando Vedrick me encontró, desencadené la aparición de esa tercera parte de su ser que ambos desconocíamos... y que todos los de más parecían conocer. Por lo que se veía, se suponía que juntos éramos invencibles, juntos... pero ahora mis poderes habían desaparecido, todavía no sabía cómo, y no era un peligro para nadie. Entre otras cosas, porque tampoco sabía donde estaba Vedrick. El Ocultista me había dicho que no se encontraba en Torre Oscura, pero también me había dicho que no esperara encontrarlo... aunque su físico fuera casi igual, él ya no era el mismo...

Todo aquello caló en mi mente, y lloré, lloré como hacía unos meses, cuando toda mi familia fue masacrada... volvía a estar sola, completamente sola... y ni siquiera tenía mis poderes. Los sueños se habían acabado, las conversaciones con Drezan... todo había terminado, y ahora tenía que volver a empezar, otra vez... con una diferencia. No tenía ganas de empezar. No tenía ganas de volver a ningún sitio. Tenía ganas de perderme, de esconderme, de estar realmente sola...
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MensajeTema: Re: Raswelt [La Posada de las Dos Espadas]   Raswelt [La Posada  de las Dos Espadas] Icon_minitimeMar 29 Jul 2008, 22:42

En los días sucesivos, apenas hice nada, sólo comer, dormir y pasear por las calles de Raswelt. Era una ciudad bonita en su parte rica. Una gran plaza, con puestos de mercado, saludaba a los viajeros y atraía juglares y malabaristas, y era la concentración de todos los días a los pies de pequeño castillo que servía de hospedaje a los enviados del emperador Rokvhá IV, que velaban por la seguridad de la ciudad. En esa parte de la ciudad el orden y el respeto se imponían más que cualquier otra cosa, y daban un aspecto de seguridad que se alejaba mucho de la realidad.

Porque la parte pobre de la ciudad no era tan maravillosa ni mucho menos. Construida alrededor de la parte central, estaba llena de callejones oscuros, muchas veces sin salida, con pequeñas casas destartaladas y suciedad y mugre por todos lados. Al principio, intenté esquivar aquella parte, pero a los dos días me interesé mucho más por esa zona.

El dolor de la soledad y la pérdida seguía existiendo, pero el coraje se iba imponiendo de nuevo y las ansias de seguir adelante costara lo que costase. Me lo habían arrebatado todo, sí. La familia, los amigos, los que eran algo más que amigos... ya nada de eso podía recuperar. Pero sí los poderes. Había meditado sobre ello, y sabía que tenía que haber una solución. Sólo podía haber una forma de anular la magia: más magia. Y el foco de aquella magia era algo que tenía que averiguar. No, no iba a permitir que ganaran tan facilmente.

Me habían manipulado, me habían tratado conforme a sus intereses, conforme a unas profecías que tendrían miles de años y de las que yo no conocía su existencia, con unos hechos que yo nunca había pretendido que ocurrieran. Habían desgarrado cada fibra de mi ser y ahora pretendían que yo me quedara de brazos cruzados, contenta con unas bolsas llenas de oro y nada. Nada más.

No.

No iba a permitirlo. Tendría que encontrar una solución. Tarde o temprano. Pero primero había que cortar de raíz con todo, empezar de nuevo, desde el más absoluto cero...



Pasaron varios días hasta que encontré la sede Ocultista en la ciudad. Esperé a que oscureciera, y abrazada por las sombras de mi capa, conseguí meterme sin ser vista. No tardaron en detenerme en una pequeña sala.

- ¿Quién eres, mujer?

- Nadie a quien te interese conocer. He venido a devolver una cosa que creo que os pertenece.

- ¿A mí? ¿A los Ocultistas? Dudo que se nos haya perd...

- ¿Y qué te parece esto? - le interrumpí, alzando un bulto envuelto en un pañuelo de seda negro. Lo dejé sobre el mostrador. El tipo lo desenvolvió, y el metal brilló bajo la luz de las antorchas.

- ¿Confidente, eh? ¿No te has llevado bien con tu Ocultista?

Permanecí en silencio.

- Lo siento, pero esto no es nuestro. No hay dos confidentes iguales, no se pueden devolver. Véndelos, haz lo que quieras con ellos, pero aquí no se pueden quedar. Traen mala suerte.

- ¿Ahora resulta que los Ocultistas sois supersticiosos? Cada día sois peores. ¿Por qué no te lo quedas tú y lo vendes?

- ¿Por qué tanto interés en devolverlo? Quédatelo y gana algún dinero. Ahora lárgate de aquí.

Sabía que no le podría convencer. Me di la vuelta sin mediar palabra y salí de allí. Envolví de nuevo en el pañuelo el aro y el colgante, y los metí al fondo de la bolsa, donde se quedarían, pues aquellas reliquias no tenían precio, y no solo por la magia. Y aunque me doliera el alma saber que las llevaba encima, sería peor deshacerme de ellas de una vez por todas. Sería como arrancarme definitivamente una parte de mí.
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MensajeTema: Re: Raswelt [La Posada de las Dos Espadas]   Raswelt [La Posada  de las Dos Espadas] Icon_minitimeMiér 30 Jul 2008, 16:48

Vendí la ropa que me habían dejado los Ocultistas y compré nueva. Sólo me quedé con la capa, pues supuse que sería difícil encontrar una capa de esas características, con lo que parecía ser un hechizo calorífico incorporado. Era lo único que mantuve conmigo, además de mis efectos personales de confidente, así como las espadas y la daga, por supuesto. El aro y el colgante seguían escondidos en el fondo de una de las bolsas, y ahí esperaba que se quedaran de por vida.

Subida en el alféizar de la ventana, aquella tarde me dispuse a pensar en cómo podía traer de vuelta mis poderes, que era mi objetivo primordial. Porque sabía que seguían allí. El sueño revelador de noches anteriores así lo demostraba. Y unas frases que recordaba también...

Dice que pudo deshacerse de algo que lo mantenía encerrado y que pudo volver aquí. Te pide que tengas cuidado. Ese algo también puede afectarte a ti y a tus poderes...

...El elfo que lo mantenía encerrado no consideró que Drezan supiera hacer más hechizos que los que su propia magia le permite. Pensó que sería suficiente con lo que te he nombrado antes.


Drezan... Drezan lo sabía... y debió intuirlo también, pues aquella misma noche recibí un mensaje suyo. El mismo soñador de la otra vez se comunicó conmigo.

- ¿Cómo estás?

- Estoy, que ya es bastante. ¿Y Drezan? Necesito que venga...

- Lo siento mucho, Drezan también quiere disculparse. Está enfermo y no puede acudir.

- ¿Enfermo? - me asusté -. ¿Qué le ocurre?

- Todavía no lo sabemos, pero estamos trabajando en ello. De todas maneras, intenta ayudarte a ti en sus momentos de lucidez. Ha supuesto que habías perdido los poderes, ¿es eso cierto?

- Sí, y también sé que él sabe cómo devolverlos. Con magia externa. Yo sé hacer magia externa. Sólo necesito saber dónde aplicarla.

- Sí, ya nos lo dijo Drezan. Lamentablemente, para esa magia necesitas ambas manos, y no es suficiente.

- ¿Qué quieres decir? ¿Que voy a quedarme de brazos cruzados toda la vida?

- No. Drezan supuso que esto pasaría. Que irías a buscar a Vedrick, y en el caso de que no lo consiguieras... es fin, estuvo investigando otra manera de deshacerte de la pulsera...

- ¿Qué pulsera? - le interrumpí.

- ¿No tienes una pulsera?

- Sí, la que me regaló Drezan le día que...

- No, esa no. Otra. Otra nueva.

- No, no tengo.

- Mierda.

- ¿Qué ocurre ahora? - inquirí.

- Tiene que haber un metal que absorba la magia que emana de ti y que te impide realizar tu magia. Pero si no tienes una pulsera nueva... no sé dónde te lo hayan podido poner.

- ¿A Drezan le pusieron una pulsera?

- Sí, y según él, no fue sencillo quitarla. Le hizo falta...

- ¿Qué? ¿Qué hizo falta? - silencio -. ¿Qué?

- Fuego.

- ¿Se quemó...? - no acerté a terminar la frase. Estaba muda de espanto.

- Hasta que el metal se derritió.

- ¿Entonces?

- Podrá sobrevivir. Pero tú necesitas las dos manos. Y si no es la pulsera...

- ¿Qué queréis que haga, entonces?

- A ver. Lo que habíamos pensado era que fueras a las montañas de Zafiro, en Malkelhzarth. Allí los Argemt seguro que pueden ayudarte.

- ¿Qué son los Argemt?

- Los enanos te lo explicarán. Si te dejan. Es un secreto demasiado bien guardado, y será mejor que lo descubras si te lo permiten. Pero para eso tienes que conseguir metales elfos, que los enanos tienen en mucha estima.

- ¿Y cómo se supone que tengo que conseguir metales elfos? ¿Comprandolos?

- O eso, o yendo a la ciudad elfa de Emmaréin.

- ¿Y cómo coño se supone que voy a llegar hasta allí? - tantas cosas me empezaban a sacar de mis casillas. No me gustaba dar rodeos...

- Tranquila, y atiende...

Pasamos toda la noche hablando, él diciéndome lo que tenía que hacer y lo que podía esperarme, yo escuchando y opinando cada vez que podía.

Cuando llegó el alba, sólo pude dormir y dormir... por la tarde empezaríamos el viaje.
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MensajeTema: Re: Raswelt [La Posada de las Dos Espadas]   Raswelt [La Posada  de las Dos Espadas] Icon_minitimeJue 31 Jul 2008, 14:59

Parte nº 1. Comprar joyas. Pero no joyas cualquiera. Joyas elfas. Y eso no se conseguía en cualquier sitio en aquella ciudad. Así que allí estaba, en la casa de Phóragarhz, al que llamaban el Elfo, pues tenía una colección bastante amplia de joyas y útiles elfos que había ido comprando a lo largo del continente.

Cuando entré en la tienda, supe que no mucha gente había tenido el placer de entrar en ella, seguramente porque no tenía el suficiente dinero para comprar nada de lo que allí se exponía. De haberlo hecho, le hubieran quitado el apodo. Las armas eran falsas, y las joyas estaban en mal estado y no eran muy numerosas. Pero eran elfas, de eso sin duda. El soñador de Nearabyss me había enseñado muy bien a distinguirlas. Y todo en una noche.

Las compré todas, a un precio muy superior al que deberían costar, pero un precio que el hombre no pudo rechazar. Sus ojos llenos de codicia brillaron bajo la luz del farolillo de la tienda. Había estado pensando en venderle el colgante, pero visto lo visto, supe que no iba a ser necesario. A ese hombre no le vendería ni un anillo.

Estaba terminando de pagar cuando alguien entró en la tienda. Guardé las joyas antes de que las viera, dejando solo el dinero sobre la mesa. Phóragarhz contaba las monedas con lentitud, como queriendo ver que no lo estaba engañando.

- ¿Dalayn? - una voz sonó detrás de mi. Me giré, sorprendida de que alguien me conociera en aquella ciudad.

- ¿Xavheri? - pregunté boquiabierta. Era la última persona con la que hubiera esperado encontrarme.
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