Gran salón

Me dirigí al gran salón principal, seguía igual que siempre, una inmensa estancia con una gran alfombra roja con rivetes dorados en el centro, los ventanales con sus cortinas del mismo color a un lado y al otro aquella gran chimenea con las llamas arciendo en su interior. Sobre ésta, en la pared, había un gran cuadro que representaba a Lithier, la guerrera desterrada de las antiguas leyendas. Del techo colgaba una gran lámpara cuyo centro se dividia en varios cuerpos que terminaban en cabezas de dragón que parecían escupir fuego, todo era efecto de la magia. Bajo los ventanales había varios sillones de terciopelo y una gran mesa de madera oscura con varios candelabros dorados encima. Al otro lado, justo delante de la chimenea había dos grandes sillones que me daban la espalda, uno de ellos estaba ocupado.

-Te has demorado mucho, esperaba verte por aquí hace ya varios días- dijo.

Me acerqué un poco hacia el centro del salón y me quité la capucha dejando caer mi cabello azul sobre mis hombros, Sumlaris se levantó del sillón y se dio la vuelta, no había envejecido nada desde la última vez que lo vi, aspectualmente seguía siendo el mismo.

-He tenido que venir a pie- le dije.- Leiriel murió hace unos días.

-Lo sé, sentí su muerte... pero bueno, no nos lamentemos ahora con eso, ven aquí que te vea de cerca, has crecido mucho desde la última vez que te vi, si señor, eres toda una mujer.

Me acerqué más a él.

-He venido a pasar un tiempo aquí, supongo que ya sabrás que necesito esconderme.

-Si, Dany, lo sé, no podemos dejar que te encuentren- siempre lo sabe todo, pensé. Te quedarás aquí todo el tiempo que quieras, puedes coger la habitación que quieras, sabes que siempre eres bienvenida aquí.

-Gracias- le dije- voy a ver lo de la habitación, supongo que me instalaré en la de siempre.

-Si... nadie a parte de ti se ha alojado nunca ahi, es la habitación más fría, supongo que por eso te gusta, bueno, corre a instalarte, espero verte para cenar, tenemos muchas cosas de que hablar.

Hice un pequeño gesto de despedida y salí de allí.

Después de pasar toda la tarde en el bosque de detrás del castillo, volví a dentro y entré al salón, donde no había nadie. La chimenea estaba encendida, como siempre, y yo me senté en un sillón bajo los ventanales, lejos del fuego.

Entramos al gran salón y me sentí pequeña ante tan altos techos. Todo estaba lujosamente decorado, y lo habría mirado con mayor atención si no hubiera sentido todas las miradas posadas en mí. Vedrick y yo avanzamos hacia donde se encontraban dos hombres de edad ya avanzada, ambos con túnicas de fuertes colores; uno humano, el otro dríade.

Khandar se acercó desde un lado.

- Vaya, se te ve con mejor cara, Dalayn. ¿Te encuentras mejor?

- Sí, gracias, Khandar. Ya estoy bien.

- Me alegro, ¿cómo está tu amigo? Siento mucho lo que ocurrió, no sabía...

- Tranquilo, Khandar. Ha perdido el brazo, pero se recuperará, no es culpa tuya. Lo que quiero pedirte es que lo ayudes y lo instruyas. Ya te dije que Ryan podía leer la mente de la gente, y creo que si controla ese poder podría ser de mucha utilidad. ¿Lo ayudarás?

- Por supuesto, cuenta conmigo.

-Vamos Dalayn-nos acercamos a los ancianos. Hinqué mi rodilla y agaché la cabeza-oh, gran sabio ¿Habeis considerado mi propuesta?

Me arrodillé junto a él y sentí la mirada del archimago clavada en mí. Estaba tan nerviosa que los segundos que tardó en contestar parecieron una eternidad.

- Sí, la hemos considerado... Pero... habrá condiciones.

Ya me olía yo algo. Estaba claro que las cosas no iban a salir exactamente como yo quería.
-¿Y bien?

- Nuestras leyes indican que debe morir por los crímenes cometidos. Sin embargo, hemos cedido a perdonarle la vida ya que vosotros estáis de nuestra parte, y habéis jurado vigilarla en todo momento. Hemos accedido a tu petición de condenarla al exilio, por lo que estará muerta para nosotros. Y los muertos no pueden regresar. Así que para asegurarnos de ello, vamos a enviar con vosotros a Jeinhëndra.

El archimago hizo una pausa y yo alcé la vista levemente para ver cómo se adelantaba una dríade a su izquierda. Mi mirada se cruzó con la suya, llena de tanto veneno, odio y rencor que me hizo desviar la mirada de nuevo. El archimago continuó.

- Jeinhëndra tiene una magia débil, y perdió a su marido y sus dos hijos varones hace tan sólo unos días. Se encargará de que la condenada no salga de su exilio. Si lo hace, tiene orden de matarla, y nosotros de hacerlo con su amigo, el manco. Y si Jein no lograra acabar con ella, a cualquier dríade se le permite ejecutar la sentencia de muerte allí donde se encuentre. Esas son nuestras condiciones.

-¿Nos enviais con una niñera?...está bien. Acepto-miré a Khandar. No hacía falta decirle nada, protegería a Ryan de cualquier cosa.

- Muy bien. Al anochecer crearé el portal. Podéis prepararos para el viaje mientras tanto.

Se oyó el suave roce de la tela contra el suelo, y seguidamente murmullos de fondo. Mi mente se encontraba muy lejos y me costó reaccionar. Me puse en pie y miré a Vedrick, preocupada.

Mientras saliamos de la sala hablé con Dalayn.
-No te preocupes. Esto no será ningun estorbo, al menos de momento. Ryan estará a salvo, y esa driade...bueno, por su bien que no moleste

- Si las miradas matasen... no quiero causar más muertes, Vedrick. Ya han sido demasiadas -guardamos silencio unos instantes -. Cambiando de tema, no tengo mucho que llevarme. ¿Quieres que te ayude a algo?

Sonreí.
-Suelo viajar sin equipaje...asi que poco tengo que llevar

- ¿Entonces qué se te ocurre hacer? Más tarde quiero despedirme de Ryan, pero ahora quiero dejarlo descansar. Tengo tiempo libre.

-No se....podríamos dar una vuelta por el castillo

- De acuerdo, tú guías.

Me apoyé contra una pared, a la espera de Dalayn.

Llegué al salón y me encontré a Vedrick contra una pared. Me acerqué allí.

- Ya está.

-Bien...vamonos-avanzamos por el gran salón, hacía el lugar en el que se encontraba el anciano. Nuestra compañera driade nos miró con cara de pocos amigos, pero yo no lo di importancia.
-Bien, estamos listos

- Bien, entonces -dijo el archimago. Empezó a hacer movimientos con las manos y a murmurar palabras sin sentido aparente, hasta que tras varios minutos de espera, una luz salió de la nada y empezó a expandirse hasta formar un ancho óvalo luminoso.

Miré a Dalayn, después a la driade. Finalmente al archimago. Espere a que terminase de recitar el conjuro.
-¿Donde nos dejará exactamente?

- En la isla más septentrional de los elfos, donde habitan los más ancianos del mundo y sus bosques son los más bellos, tal y como pediste.

-¿No hay probabilidad de errar? ¿Seguro que apareceremos allí?

- ¿Dudas de mi poder y mi honor, Caminante? Apareceréis allí. No voy a tiraros en medio del mar, ya que Jein va con vosotros.

-Disculpad....no pretendía ofenderos..-avancé con cautela-bien, iré yo primero-y atravesé la puerta

Off: Si quieres, ve creando un nuevo lugar llamado Isla de los elfos XDXD

- Es tu turno, asesina - me dijo la dríade que iba a acompañarnos. La ignoré y avancé con decisión hacia el portal, intruduciéndome en él.