Cuando fue noche cerrada, y mucho después de que nuestros pequeños vecinos voladores salieran a cazar, detecté una presencia humanoide cercana. Más bien, varias presencias. Pensé en apagar el fuego, pero supuse que eso era lo que los había alertado, así que no me molesté. Permanecí quieta en las sombras hasta que pude distinguir su raza.
"Son elfos"
Ackazoe no contestó. Apagué el fuego con un hechizo, para que las brasas se enfriaran mucho más rápido y así darnos algo de tiempo. Envuelta en la capa, salí a la intemperie. La fuerte nevada me azotó el rostro con fuerza, obligándome a cerrar los ojos y a moverme a ciegas, tanteando la pared de roca y percibiendo la energía que fluía a nuestro alrededor. Encontré un pequeño saliente donde esconderme y esperar a que los elfos aparecieran, para comprobar si traían o no buenas intenciones.