Sentí de pronto el frío sobre mi piel, y abrí los ojos, pensando enq ue la nieve me había sepultado por completo. Moví las manos para protegerme cuando me di cuenta de que estaban atadas, de que no había nieve. Estaba encadenada a una pared. Un hombre encapuchado sostenía un cubo ante mí, que segundos antes habría estado lleno. Hoy la risa por debajo de sus vestiduras. ¿Y a mí qué? Que hiciera lo que quisiera, apenas podía moverme... y no por las cadenas, sino porque los miembros mismos no me respondían...
Había pasado un mes desde que Taern y yo partimos de la granja, sin Zoe, con dos caballos robados. ¿Un mes? Quizás menos, quizás más... Taern condiguió provisiones en Raswelt y seguimos juntos a través de aquella cordillera maldita. Apenas recordaba nada de lo que había pasado. Sólo recordaba el frío, la nieve, un gran oso... lucha, sangre... días ancerrados en cuevas... fiebres... frío... vestiduras negras... llanto... y frío... tanto que no podía ni mover los dedos, que ni siquiera podía tragar. Los Ocultistas nos encontraron, ¿cuando? ¿Ayer? ¿Hoy? Qué mas daba... había susurrado su nombre y solo había escuchado una risa por respuesta, después un golpe, y después... nada...